Cerrar los ojos hasta el abandono de tus propios
pensamientos. Apretar los parpados contra tus pupilas. Y cerrar todas las
ventanas, no dejar ni una luz encendida. Hasta llegar a la abstracción. Dejar
la mente en suspensión.
Y dejarse llevar por todas las emociones, por cada caricia,
por la frescura de cada beso, por cada pequeño dolor…
Tocar el Sol. Acariciar las nubes, que se te cuelan por
entre los dedos.
Lanzarse al vacío: dar un salto, como si volases. Como
tirarse sin paracaídas, sin mirar abajo.
Gritar fuerte, como si estuvieras en un lugar en el que
nadie puede oírte: sólo tú y tu sonido; hasta sacarlo todo de un rugido.
Bailar sin sentido, sin control, sin vergüenza. Cantar, por
todo lo alto.
Oler a heno mojado, a tierra, a jazmín. Oler la sopa de tu
madre, las galletas del horno. Oler a café recién hecho. Inspirar hondo,
espirar lento.
Reír: reír de forma de descontrolada, a lo loco, a mandíbula
abierta. Reír con todas las ganas, hasta rozar la locura, hasta el llanto.
Explotar contigo